3 de febrero de 2007
Dientecito de ajo
Imaginate tenerlo asi en la mano, y mirarlo y que te devuelva una mirada blanca. Mecerlo despacio, sin moverlo del todo, no sea cosa de que se caiga y paf!. Entonces acercarle la mejilla y sentirlo cada vez más próximo. Mirarlo, nunca dejar de mirarlo, sentado o acostado (sus formas son tan irregularesque es imposible saberlo), pero siempre así en la posición que adopte en la vastedad de tu palma llena de surcos.En vano intentar llevarlo a su origen, a la calidez de tu saliva, unavez fuera se torna ajeno y aspero para la lengua. Tal vez lo más cruel seaenfrentarse al hecho de que solo podrás frotarlo contra tu mejilla, y mirarlo huerfano y blanco en un gasa o un algodón, un género de origen natural, cualquiera, un espacio nuevo y seco, uno, tal vez, hasta más higiénico. Por último tomarlo de nuevo, sostenerlo con el pulgar y el indice, acercarlo a una lámpara (la de la mesa de luz casi siempre), girarlo, estudiar su textura, invitarlo a tu tacto, apoyarlo en el labio inferior.Y nuevamente, a la gasaalgodóngenerodeturno, a la cajita (roja y de cartón, claro), al cajón, abajo del dni, del sobre, de las aspirinetas, porque claro, yo solo tomo aspirinetas.
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se
ResponderEliminarrequiere
de mucha
desesperación
insatisfacción
y desilusión
para
escribir
unos
pocos
buenos
poemas.
no es
para
todo mundo
ya sea para
escribirlos
o siquiera para
leerlos
C. Bukowski