13 de diciembre de 2013

Que sepas, que sepamos

Que sepas:
Que es bueno amar los días de sol. Pero más los lluviosos.
Que las siestas no dan malhumor solo cuando es a sábana enredada en los tobillos.
Que todo es tan definitivo como breve.
Que la intensidad de mis ronquidos es exactamente proporcional a mi amor.
Que el mundo está en el mundo y vos en el. Los demás mirando.
Que el gerundio me cae mal, y me suena a pos moderno.
Que el olor a jazmines y fresias vaticinan días buenos. Aunque no siempre los garantizan.
Que tengo tu nombre atravesado en el pelo y se me enrula algunos días.
Que tengo tu amor atravesado en mi.
Que en algunos momentos del día quisiera ser Claudia Schiffer.
Que en otros me contento con lo que soy.
Que un mar, el cielo y bizcochitos.
Que la realidad a veces entra en una valija.
Que en los ombligos se esconden los mejores secretos, y por eso los persigo.
Que un laberinto de vos. Y un laberinto de mi.
Que uso anteojos para enfocar lo chueco que veo al mundo. Literal y metafóricamente.
Que solo conozco el revés de la vida.
Que hay caminos de los que no supe volver, pero trato.
Que si respiro hondo me agito, y también al subir las escaleras.
Que me convencí de que la vida es todas las cosas trascendentes y también las más nimias.
Que el olor a diccionario siempre vencerá a la RAE.es.
Que toda la vida anhelé asociarme a una biblioteca y siempre me dio vergüenza.
Que casi siempre soy un manojo de neurosis, y otras de incertidumbre.
Que importa vivir como sentimos, o hacerlo lo mejor posible.
Que mi pésima motricidad fina será siempre uno mis grandes traumas.
Que todo esto es la gracia de estar vivo.
Y que si el mundo ha vivido equivocado (canallón de por medio), será mejor cantarle las verdades.
Y que hay que exprimir el amor que existe en todas partes. Y eso quiere decir estrujarte figuradamente.
Que hay un océano entre el amor y la vida, pero soy insistente nadadora.
Y que lo demás viene en fascículos, para que no te aburras de mi.

15 de julio de 2013

10 de junio de 2013

4 de mayo de 2013

4 de febrero de 2013

Avenida San Juan

Mi abuelo tenía una mesa redonda con vidrio. Era tan inmensa, agigantada a mis cinco años de edad, que reflejaba todo el techo. Una dimensión aparte de la rutina del almuerzo los domingos. El techo se prestaba para los movimiento más osados, las investigaciones más arriesgadas.
Desafiando la ley de gravedad la lámpara colgante erguida e inmutable. 
Me sentaba en un rincón o en otro, arriba (abajo) de la biblioteca, en la puerta del pasillo. Siempre fue el mejor paseo, que podía atravesar con mucha menos tortícolis de la esperada. 

El mundo era interminable, los domingos a la tarde, en la casa de mi abuelo. 

18 de enero de 2013

Está el bichito del fondo de la nuca.
Dele que dele tocandome la oreja.

Bichito, bichito.
Del fondo de la nuca.