27 de octubre de 2009

Cumpa

Es simple. Estiras tu cuerpito asomando la cabeza por sobre la mesada. Llega justo. Parece increíble verte crecer de golpe, desde el piso hasta el granito lleno de ollas y cubiertos.
Con cara de compungido me recordás lo mal que te alimentamos. Esa comida de telgopor que te deja un aliento horrible. Cuando bostezás se mueren las plantas.
Está bien, decido. Te alimento no más.
Te acercás, chiquito de nuevo, plegada tu columna vertebral. Te arrimás desconfiado y bigoteás un pedazo de carne. No vas a comerlo, turro. Yo sabía. Ahora te vas meneando una cola casi tan larga como tu cuerpito. Andá no más, ya es hora de la decimoquinta siesta del día.

1 comentario:

  1. Hola amiga, hola Guille.
    Los quiero.
    Tengo la nariz manchada de chocolate.

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